Vivimos en un mundo pensado y construido por y para personas adultas, el objetivo es crecer para poder pertenecer a ese grupo privilegiado de personas maduras, vemos la infancia solo como una fase del desarrollo, una materia obligatoria que hay que cursar y algunos y algunas pasan con excelentes calificaciones mientras otros y otras reprueban.
El adultocentrismo surge cuando nuestras instituciones, nuestras estructuras sociales, educativas y políticas están diseñadas para no involucrar a los niños y niñas, surge cuando les quitamos la voz y demeritamos su mundo por ser “cosa de niños y niñas” así, incluso en el mundo de la salud mental, durante muchos años, nos focalizamos en entender y acompañar a individuos y familias de adultas y adultos.
En diálogos sobre la infancia buscamos darles voz, entender su mundo desde su mundo, aprender a caminar en sus juegos y cuentos para retomar toda la sabiduría que guardan, buscamos relaciones más horizontales que permitan desarrollos libres, que construyan sociedades diferentes en el futuro, sociedades más armónicas, pacíficas, justas y libres.
Los niños y las niñas tienen mucho que enseñarnos, aprendamos juntos y juntas a escucharlos y escucharlas para tejer nuevas historias